Variosgate, la pulsión de muerte, un yin-yang descoyuntado.

Me escurro entre las grietas de lo que soy,
la fortaleza que ansío y simulo tiembla,
como tiemblan mis manos,
nimios reflejos,
cáscara vacía.

Elevo la vista e imploro,
agacho la cabeza y tirito,
me abrazo pero el frío permanece,
se halla afuera y adentro.

En la cabeza me estallan cristales
de guerra, de hambre, de inminencia,
de poder cargado de babas y semen,
de ansiedad e impotencia.

Inoculada en esta soledad que es castigo de ser vulnerable,
abrasada por la presión que es castigo de no querer solo ser,
deshecha de realidades cogidas con pinzas doradas,
aterrada, aterrada, aterrada del mañana.

¿Sabré?
Querré.

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