Yo en 2012 ya lo sabía, y lo sé ahora.
No puedo hacer como que no lo veo venir, no puedo hacer como que no he visto ni he aprendido, porque he estado en el allí y el aquí, y me hago un cálculo, rápido y aproximado, y si no es mañana será en unos años.
No puedo decir que no tengo miedo todo el tiempo de lo que se avecina.  A ratos es cierto que lo olvido, me fijo en el presente, respiro y entro de nuevo en mi cuerpo. Pero apenas dura nada. Si miro afuera siento el desequilibrio sobre el que sostenemos nuestras rutinas y hábitos. Si veo amor siento tres dagas que me atraviesan el pecho: una es lo divino, otra es la envidia, y la última el desespero de lo frágil.

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