Se me olvida el para quién de lo que escribo. Nunca dejo de ser yo.

Obvio el para qué. Ahora evito, de forma refleja, lo que tengo a mi derecha: una lectura tediosa de cosas que podrían entretener si pusiera en práctica.

Cual magical girl japonesa siento mi transformación entre vaho de luces que aprehenden la silueta de mi agencia; se transforma.

Por mí misma no soy nadie, ni lo seré. Con los demás me veo gigante. Por los demás una enanez frustrante, o parálisis, qué sé yo.

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