Tengo un rey pero no soy tierra ni pueblo ni reina.
Este blog existe para constatar que una mujer se pierde de lo público cuando tiene pareja. Se pierde de la reflexión y de tener un espacio propio. Aunque yo lo sea solo al cincuenta.
Es curioso el sentimiento andrógino, que a veces más que llevarme lo bueno de ambos lados parece que me llevo lo peor.
Hoy me ha dicho mamá que a lo mejor estoy depresiva, y cualquier cosa me podría valer para justificar este sentimiento. Pero no, la cosa es que de tanto mentir ya no se cuando miento y cuando no. Que de tanto preguntarme dónde está la verdad me he desdibujado y no sé quién soy.
Me decía que era raro haber, por fin, acabado la carrera y no sentirme distinta. Ahora me golpea el sentimiento de fracaso, y mis miles de yoes fantaseados me miran con el desdén que a veces le tengo a la vida. Y los ojos de la niña que no quise ser me miran opacos. Amo a la vida, profundamente, lo hago, pero la niña que siempre quise haber sido tiene ahora una rabieta porque a día de hoy no sé caminar hacia la persona que quiero ser. Aún no, aún no alcanzo la actitud, ni tampoco a nadie se la veo; nos está devorando el conformismo, las cuentas ajenas, las anestesias locales y generales que nos ofrece y nos incita el sistema.
Solo se ser sobre el papel y los dedos se me hacen maraña cuando les toca hacerle hablar.
Cada día siento mi voz más pequeña.
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