Mirtle la llorona de la UAM.

Cuando creía que entendía el funcionamiento de algunas cosas, pfú, vuelves a descolocarte, pfú, vuelves al cobijo. Vuelven la náusea y las sacudidas. ¿Soy yo o es que el mundo está mal hecho? Es insuficiente la explicación de que el mundo  se ha construido  de alambres en las manos de pocos. Te haces el hueco, no lo tienes  por derecho, y aquí se respira mal. O no me dejo respirar.
La intención no basta, y lo sé, pero debería ser condición sine qua non.
Me atraganto de mí misma, me pregunto  qué se ve de mí mientras la presión me sube en las meninges, mientras mi cerebro pugna por explotar, por salir de este cuerpo que repudia cuando la cooperación no sale como se esperaba.
Me he quedado tonta.
O lo voy a ser toda la vida.
Con esta boca que boquea al aira, con la frustración en los ojos. No entiendo,  no entiendo nada de lo que ustedes  me dicen, no entiendo nada de nada, de nada. No entiendo cómo funcionamos de esta manera, ni por que todo está tan negro, ni por qué mentimos cuando decimos que lo queremos hacer para todos, todo bueno.
El mundo es mentira.
Mi mundo es mentira.
Se oye sollozando un alma infecta; en la oscuridad, en el notiempo, rezando al dios de los papeles y las jeringas que los tenga en sus brazos, que se entiende que uno se rinda, que no se puede, que hay que seguir.
Se oye sollozando un alma infecta; los demonios se adueñan del futuro y el pasado y no sirvo  y me dicen que no serviré más que a ellos, quieta y callada.
Se oye sollozando un alma infecta que no puede si no rasgarse el metal y dejar caer las vergüenzas, y junto a los mocos,  los esparce encima de la mesa.
No quiero salir de aquí, no sé qué voy a hacer cuando salga de aquí. Vienen a echarme.
No he acabado de llorar,  me lo guardaré  para luego.

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