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No sé cómo lo haría antes, solo sé que no debo nada a nadie por lo ya hecho. Lo que debo, lo debo por lo que me queda por hacer.


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Pero tú te acuerdas, ¿verdad? del sol cálido en la piel, de ti conmigo.
Pero mi torpeza es tan grande que ha manchado todo, al empezar a escribir, ni pude terminar un Érase.
La tinta se derramó
de intentar borrar, destrocé el papel
de intentar pasar, se rompió
y la hoja ahora abulta, noto que estoy escribiendo sobre su geografía.

Escribo sobre su relieve. Casi digo "tu". Fue y sería mentira.

Pero tú te acuerdas, ¿verdad? que desde lo oscuro de mi laberinto, lo profundo del subsuelo, vimos luz. Vi luz.

Tú, con un farolillos que dejaste atrás en tu paseo cuando viste que titilaba, que no valía, en su pretexto.

Miento. Aguantaste el titilar, y al menos, no me diste patadas todas las veces que rodé y volví a intentar cruzarme en tu camino.

Confundí mis ojeras con oscuridad.




Dani se asustó porque sabe que estoy rota.

Pero no podía ser de otra manera, si estamos todos rotos. Y aunque existan expertos del maquillaje y la máscara, artistas que embellecen la fachada, y decoradores de interiores.

Estúpidos.

Lo que falla es el muro maestro.

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Esto no es lo que tendría que estar tecleando.

No aprendo y reviso diarios.

Aprendo que no aprendo.

Me conformaré creyendo que algo es algo.

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Tres carajos me importa Hong Kong, por supuesto.