Planificar planicies placenteras.

Pasa de golpe, y te das cuenta poco a poco. O pasa poco a poco y te das cuenta de golpe, cada uno con sus formas.

Nunca escribo cuando estoy contenta.
Nunca es una palabra fuerte, nunca nunca es cierto.
Pocas veces escribo cuando estoy contenta.

Es tocar las teclas y se me pone encima un manto sombrío.

¿Puede que sea que lo perdiera ahí?

No sé, llevo tanto lamentándome. Existo en el lamento, en el momento de tensión de los pulmones antes de liberar un suspiro. Eso es una exageración efectista. Lo siento.

Soy quejumbrosa, detecto fallos. Soy creativa, encuentro soluciones. Solo que no coincide la solución con el fallo. Es la solución de otros fallos. No entiendo.

Quiero escribir contenta, porque en esta hora exacta estoy distinta a esta hora exacta de ayer, pero se me enreda el hilo. Ay, de la madeja enmarañada. De hecho me he levantado de la cama a por el portátil porque estaba pensando que estoy contenta y que nunca escribo contenta.

¿Qué barruntaba yo?

Ah sí, que pasa de golpe, que te encuentras distinta, que te encuentras contenta. Aceptas que no va a ser lo mismo, que no es que no sepas, es que no puedes. Se escapan las oportunidades de las manos, pero no porque no esté, es porque estoy en otras.

Eso no lo sé hacer, sé que no encajo. Pero sé hacer otras cosas, sé que pertenezco.

La idea grande en el pecho de cómo las cosas pueden ser tan buenas, como están los sujetos, propicios, válidos, perfectamente ensartados en el engranaje correcto, interrelacionados en mil mecanismos polvorientos, que tosen. Perfectos pero callados, perfectos pero quietos. Quizá es el miedo, pero es más y es menos. Es el desconocimiento de la capacidad, o el paso en falso porque en la maraña es imposible saber donde se posa el pie.

Es la urgencia de andar, de  hacerlo ya. Suena a cliché pero estoy soñando una revolución.


(Me enredo en el valor, la valentía, el ensueño del coraje.
Es simple.
Es hacerlo.
Pero sin que Nike se lleve crédito,
just do it.)

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