Una vez tuve que bajar a por una servilleta porque tiro las migas por el balcón.



Una calle estrecha y una sola fachada. Un trozo de papel, mis migas en el suelo. Mala ciudadana.

Gente nueva, gente vieja. Y menos barrenderos. Para, para, pero la imagen, veloz, me adelanta.

¿Detroit? Destrozos. No sé, pero comenzaría de esa manera. Parecido.
Gente que se va y se ha ido, y deja el nido vacío, donde vienen a llegar más golondrinas, algunas que no quieren no poder volver a casa.

La esfera de silencio se ha roto porque existen voces nuevas, formas nuevas, y nuevos olores.

Todos tenemos una opinión y la esparcimos sin pensar si podrán llegar a ser semillas, si algo germinará más allá de la situación que las mantiene vivas. Quizá es que hay que buscar nuevos nutrientes. Creo que es por eso que estamos últimamente tan locos. Ahora todo parece alimento, y todo parece basura. Son prefabricados muchos, comida procesada. Opiniones de hamburguesa de McDonald. Se ven bien y huelen que pareciera que alimentasen. Pero hasta ahí. Si pego una dentellada a veces sabe parecido, pero la lengua lo nota.

La lengua nota un montón de cosas y la mía es intuitiva. Por eso necesito rajar y lamer, es entonces cuando las entiendo todas.

29 de Septiembre de 2016

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