Qué cara se le quedará cuando vea que le has llorado la camilla.

Colecciono amores rotos como cuentas de un rosario que nunca aprendí a rezar, como eslabones de una cadena oxidada, como agujeros de bala con entrada y salida. Me las puse una a una en la piel, y empujé, hasta que sacarlas por el otro lado fue la única opción.
¿Qué me duele? Pero me duele.
Tengo náuseas de pensar en lo que no fui capaz de sentir en el momento. No siento nada, no siento nada. Soy tan pequeña que entre mí y mi contorno se expanden centímetros cúbicos de vacío, y de pronto un tumor, algo abrupto, alcanza la piel y conecta los nervios, me vuelven las percepciones a los sentidos, me hace temblar. Me llueven escombros desde dentro, se deshace el techo que paraba las lluvias, y vuelvo a sentirme fría y húmeda en los huesos.
Ahora no queda nadie que me distraiga. Sola de nuevo, sola de siempre. Cierro la puerta de San Juan y, como cuando niña, no puedo parar el borboteo que sube desde el ombligo. ¿A quién buscas que no encuentras?
Me mezo en mi regazo, me enredo, me enovillo. La gilipollas soy yo, por eso tildo a todos de ello. Pero sé que es por mí.
Siento el ácido en la garganta. Qué náusea terrible acompasa este estado de desconcierto.
Cómo se hace para vivir en paz con la conciencia si el pasado es siempre una bruma, si nunca recuerdo nada. Lo que no se usa se pierde. Pierdo aquellos momentos en los que hice bien, guardo aquellos momentos que para nadie significaron nada. Queda la vergüenza de no ser nunca perfecta. La vergüenza, mi ridícula ridiculez.
De caminar hacia delante con el cuello torcido sin ver. No veo nada.
Pero no te vayas, no me dejes sola, que me quedo pensando con agujas clavadas en la nuca, que parecen hundirse más con cada convulsión de mi cuerpo.
No supe hacer mejor, nunca supe hacerlo mejor, quizá porque tampoco quise. Pero se interpone el orgullo del que intento deshacerme mientras con él me cubren como una coraza.
Hazte caso, sabemos más.
Pero más de algo que no quiero aprender. Lo siento, no sé hacerlo, no sé hacerlo así. Aunque tampoco encuentre la manera propia. Apropiada.
Que deje de doler lo que no tiene arreglo. Y vivir en paz con la conciencia.
Para ello vivir donde estoy, dejando proyecciones y transferencias. Duele menos. Esta terapia funciona, pero solo en el instante de soltarlo todo, luego me agarroto de nuevo.
Me he cruzado con un fantasma y me ha atravesado por dentro, me han dejado sola repleta de alfileres para que me macere en su metal, me han machacado la espalda como con un mortero y se me ha terminado de impregnar con el aceite.
A lo peor me curan la ciática pero me está haciendo supurar el cerebro.
¿Dónde se apunta una para dejar de llorar por dentro? A ratos.

Comentarios

Entradas populares