Tendría que estar dormida.

Tengo que respirar -me digo, inspirando-, tengo que respirar hondo y que llegue por debajo de las costillas. Tengo que respirar y parar el nervio -este que está subiendo ahora por mis piernas que se bambolean, mecidas locamente por los dedos de mis pies, simultáneamente. No entiendo de dónde sale esa necesidad de movimientos pequeños, cortos, casi invisibles, y completamente inútiles. 
No quiero convertirme en eso -he leído la fortuna de un hombre que no le supo parar los pies a la costumbre de la tristeza. Es de entender que cuando no se conozca otra cosa, cuando no halle uno en su almacén de vida una caja con herramientas útiles, no se podrá hacer sino girar alrededor de un punto equidistante entre la realidad y lo percibido. Sólo tenía que respirar y abrir los ojos, y ver la mano tendida desde fuera del pozo, fuera o no dentro de otro pozo: qué felicidad poder encontrarse en la superficie-. Algún día, pero tengo que respirar.
Me voy a guardar las manos en los bolsillos -puede que juguetee inocente con pelusas y papeles pasados por la lavadora- y voy a dejar de manotear al aire, ciega, pero porque tengo los ojos cerrados. Los abro y sin darme cuenta vuelve a estar todo oscuro. -Es duro deshacerse de parte de una misma, incluso cuando has conseguido salir y darte una vuelta, verte desde muchos, tantos ángulos, encontrar lo que sobraba y apuntar a donde falta- Pero nada de reciclaje, el reciclaje emocional contamina. Ojalá se me derritieran los cascos polares y se me inundaran algunas ciudades -pero sé que eso no valdría, y que ahogarme sólo servirá para darme fuerzas y reflotar. Poco a poco me explico por qué me tengo que ir, por qué hay cosas que no pueden quedarse, porque ya no tienen lugar-. Mira, es que abultan mucho y por mucho que cueste, no pueden quedarse. Y te digo por qué, no vayas a enrabietarte. Se van porque vienen muchas cosas, se van porque he encontrado un embudo y quiero usarlo, pero me hace falta espacio. -Hubo un pedazo gris enmarañado, pero ya enrollé los cables. Ahí están, en el típico estante que es tan alto o tan bajo que a nadie le importa qué es lo que está ahí guardado- Y... ¿será posible?, se ha quedado una mancha como de aceite, pero no brilla en arcoiris como las del asfalto. Y trato de pintarla pero repele la pintura. -Tendrán que salir, pues, los colores de dentro. Habrá que limpiar la mancha concienzudamente y dejar el lienzo tan blanco como pueda, sin maltratar el tejido, no quiero lejías ni amoniacos que desvirtúen las razones de la suciedad-. Mira, es que hace un tiempo conocí una flor y quiero guardármela cerca del pecho, por eso me restriego fuerte, pero entre lo resbaladizo de la mancha y lo escurridizo del brote se me agrietan las costuras. -diciendo boberías se me va la noche- Porque claro, ¿la flor cómo la quieres?¿es una flor algo que sólo la imita en sus formas y colores?¿sería flor la flor sin sus olores? -bajo los pinceles y lleno mis suelos de tierra, bien abonada de la ceniza que ya he quemado, por si crece cerca mía que sea lo más cercano a dentro.

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