Jamás se pregunten qué beso guardarían.

Soy de plástico y de plastilina, goma, piedra, cartón. Me mojo, me arrugo. Busco en los rincones una presión tangible que me de paz, pero no quiere, se agarra en torno al cuello y aprieta, aprieta, aprieta. Y salta, y fluyen. Y una vez empieza es difícil cerrar el grifo. Trepa por mis manos, pies, mis brazos y mis piernas, llega a mi núcleo y me sacude. Me quiere romper, y yo como siempre, me dejo. Me ahogo en vasos de agua, a saltos entre medio llenos y grandes vacíos. Vacíos llenos. Están, pero no. No sabría decir.

Soy de plástico cuando me prendo fuego y me deshago, y cuando me apago me vuelvo de cartón. La amenaza contenida, se queda dentro y las olas horadan la roca, definiendo mis circunvoluciones a placer, y en su busca, lo encuentre donde lo encuentre. De lejos y en silencio si hay gente alrededor, con lupa y bisturí si sola.

Y si me voy, me voy, como siempre he hecho. Y no dar la cara, porque está roja de vergüenza por no saber, por saber de más, por estar y por irme, por contestar, por callar. Por saberme y conocerme, y aún hacerme la sueca, como si yo no fuera conmigo y fuese cosa de otros. Como si mi estancia en mi cuerpo fuera meramente circunstancial, y al cabo de unos días se acaba, yo ya estaré a otros menesteres.

 Y entonces, ¿que es de mí?¿quien carga conmigo si yo no voy a estar? No quiero dejarme a merced de lobos, que rápido buscan carroña. No soy Caperucita aunque siempre quise, aléjense de mí, el rojo sólo me pinta bien en los labios.

Soy de plástico, y de plastilina cuando me moldeo y no llego, porque no sé. Porque cuando encuentro la forma en la que encajo hay otra pieza que se ha movido y tengo que empezar de cero. Porque busco molde incesantemente, aunque sepa que no lo voy a encontrar. Que además, no quiero, pero es tan vieja la costumbre que me abruma dejar la cabeza en blanco. Me aterraba no sentir, y salió el verbo en torrente, y anegó lo que tú despreciabas, lo que yo creía que tú despreciabas, o lo que despreciaba yo de mí misma y te usé de excusa. Y te uso de excusa. ¿Y por qué sigues aquí, por qué vuelves si ya te habías ido? Te he echado de mil formas, y de mil y una he vuelto a ti, porque parecía que en esa yo ya era lo que buscabas, porque a ti te buscaba yo. O algo así, ya no recuerdo esa historia, ya digo que es vieja.

Y pongo tu cara porque me empeño; y cuántos otros murieron por tu causa, que fue única y sólo mía.

Fui piedra porque vi tus manos y quise que me tallaran, y probablemente sea piedra hoy porque no lo hicieron.



 Y unas cuantas cosas más...

Comentarios

Entradas populares