Denoviembre.
Qué facilidad tienen algunos para
hablar de dos, de ti y de mi, de nos. Yo he hablado por mí, muchas
veces por otros, también por nos, pero a estas alturas se me imagina
una palabra atragantable. Nos-otros. Ya habla de un ente que tiene
que callar, habla de un otro por el que hablo yo, te represento
cuando digo que nosotros. Y ¿cómo voy a hablar yo por ti?, qué voy
a decir yo, si yo solo sé hablar de mí, de la grandeza de todo
desde la primera persona.
Para hablar de ti y de mí tendría
que aúnar pares de esperanzas en una sola, no valen cerezas unidas
por un punto que diverge. Para hablar de ti y de mí tendría que
concretar pares de miedos y vértigos en uno solo, y yo no sé
resumir. Para hablar de ti y de mí quizá tendríamos que hablar las
dos, no escudarnos tras la charla que mantendrían Aristóteles y
Platíon en un ascensor, taparnos los ojos, sonriéndonos mentirosas,
sabiéndonos que mentimos y que por ello también hablamos. Y cómo
no, todo lo importante vuelve a ser dicho por debajo de las palabras,
y yo a veces no llevo las gafas y me cuesta leer.
Dices, añades, las ganas de un
abrazo. Ganas de rodearme, de ceñirme, de contenerme. Tú a mí. Y
parece, nuevamente, una mentira
Comentarios
Publicar un comentario