Ahá.

Será cosa de familia, hay muchas coincidencias y siempre cerca pero nunca tocando. Lo que es la genética.

¿En qué parte del ADN viene escrita la condición accesorio? porque sin duda no es circunstancial. Vaya, ya te digo que el temperamento es distinto y sin embargo la tendencia es similar. Intentar algo y que salga otra cosa, decirte la verdad sólo a ti misma y a los demás mejor rellenarlos en silencio porque cuando intento decir algo me atropellan, así evitamos huesos rotos.

Sabía a lo que iba, creo. Imaginaba lo que pasaría. No me suele pasar odiar tener la razón, de hecho tengo por dentro ese gusanillo de gusto que baila al son del lo sabía, pero qué feo, qué feo. Y que evidente la verdad y que bien se esconde de los burros con anteojos. No me malinterpreten, pero es que hay que estar ciego, hay que no saber mirar, hay que querer ver las cosas de ese color. O será que tú con tus pinceles mágicos consigues pintar tu realidad y la de todos. Tanta fuerza, una ola que arrolla, que se siente con fuerza cuando te mira de frente, pero que redobla cuando no está. Qué envidia, que noten tu ausencia.

Quizá por eso fui. Era necesario hacer acto de presencia, rehabilitación y sin muletas. Podría haber aguantado, ¿pero para qué? Ya había visto lo que creía que iba a ver, ya me habían dado la razón. Y ella vino conmigo porque lo sabía.

Bueno, ya sabes, que cuando ella llega te puedes ir olvidando. No perdona, no es ella: ella es otra cara, otro nombre, es un ente que absorbe y que nunca sabes por dónde viene, porque no ves nada más allá que un pedestal y sus caras mirando arriba, arriba. Tú estás debajo claro. No ves, no entiendes. Yo desde luego no lo entiendo, es un poco payasa.

La gente tan grande sólo se puede amarrar a la gente grande, porque llevan el mismo ritmo. Yo hace tiempo que me resigné a agarrarme a la cadena y dejar que me arrastraran, se disfruta más del trayecto cuando no tienes que pensar la meta. Y es entendible el hastío de aquel que propone y sólo tiene quejas y ojos ávidos de una decisión que a aquel que la toma no le corresponde. Que se va el metro, no, autobús, no, lo perdemos, no, ya está perdido. Pero hace frío, que sí, que llegamos. No haber mentido. No haber callado. Yo habría esperado a gusto y en el frío el autobús, de verdad, que no me habría importado de saber que tenía un motivo, pero las barbas pensantes hablaban entre ellos y las faldas con botas se habían quedado en la boca del metro a resguardo. No había comunicación. ¿La habría habido en caso de haber estado bajo la misma presión atmosférica? Quizá fue eso, que nosotras estábamos más cerca del nivel del mar y sólo escuchábamos murmullos. O sería la vibración del tren en conflicto con mis sinapsis. Qué dolor de cabeza. Nos vamos entonces ¿no?. Mira, llegábamos de sobra. Ya, pero el otro quería al menos despedirse. Pues que hubiese gritao, coño, ¿nos vamos?. Y yo que ni pinchaba, ni cortaba, ni ná, me puse a ordenar -a ordenar -movimiento y brío. Que mirada, entre la incredulidad y el resentimiento. Tú no tienes ese poder ¿no?. Sí, sí, speak out, resulta que hasta ahora lo había estado haciendo hacia dentro.

No sé, creía que tenía que pedir permiso o algo. ¿De dónde habrá salido de eso? Tengo en el recuerdo a un casi bebé pidiendo permiso para ir al baño en su casa. Ugh, ¿eso cuenta como trauma?. El caso es que a veces siento que tengo que pedir permiso para respirar, no sé si os había dicho, y eso que a penas se hace ruido.

En fin, que no había huevos, y yo tengo más que nadie. No había huevos, y ni una mueca. No sabes con lo que te estás enfrentando. Qué grande me sentí, que reconfortantes las risas a mis palabras, los acuerdos a mis opiniones, la admiración al ver la entereza ante la receta. Se vino un poco abajo, tardaron, me quedé sin chupito destructor número dos.

Y de nuevo, todos quietos. ¿pero qué hacemos? Silencio. Qué frío. Qué vamos a hacer. Callejeo no, que hace frío. Qué frío. ¿Nos movemos? Pero vamos a movernos. Venga. Que hace frío.

Ah, que la estamos esperando a ella, como si fuese un ente necesario para que siguiéramos todos vivos, como si su mera presencia, ¡no! la mera idea de que ella fuese a aparecer lo arreglase todo. Como si fuera importante por algo más que creerse más que tú.

Imagino que algo más sustentará eso, pero sinceramente, creo que sería demasiado ingenuo pensarlo. Ingenuidad en el sentido en el que yo lo uso, ingenuidad en la forma automática que tengo de creer que los lazos que unen a la gente son lazos honestos y puros, y más si se mantienen en el tiempo. Ingenuidad de creer que todo tiene un trasfondo, que hay más, dios mío, tiene que haber más. Pero no. O sí, yo que voy a saber.

[...]

Y que no quiero que me recuerden por lo que no soy, será eso.

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