Ah.

Ese es el tipo de hombre con el que me gustaría acabar. No sé si me explico, entre unas cosas y otras, que esa sea la meta. A ver. De todos modos, no sé si podría aprender a amar a alguien así. Tranquilo, sencillo, honesto. Tiene los ojos pequeños pero una mirada sátira a la vez que conciliadora. Me gusta esa contradicción, siempre, la encuentre dónde la encuentre.

A veces cuelgan de árboles, como hojas de otoño, y se posan delicadas ante mis ojos, y comprendo, y a veces incluso sonrío. Otras golpean, como si al cruzar por el paso de peatones alguien no hubiese visto que no estaba en verde para uno de los dos, me golpea el desconcierto. No me sienta bien pensar volviendo a casa.

Pero hablábamos de este encuentro fortuito. Una leve pincelada a un día en apariencia insípido. Ahora tampoco sabe a nada, pero sonrío un poco más. Y escucho buena música, que más podría pedir.

Recuerdo la habitación de aquella casa pero no podría encontrarla de nuevo. Es una buena metáfora. Y qué niños todos. Recuerdo que me gustó tu sonrisa, y tus mofletes, y tus ricitos. Que gracioso. Y mi sombra se rió de mí por dentro, adivinándome, de nuevo. Nunca sucedió nada, como siempre. Fue un año necesario de metas inalcanzadas, me quiero convencer. Tampoco hizo una gran diferencia, pero qué frustración,y que con el tiempo los hechos me den la razón...

Que si me conocía, ¡pues no me va a conocer! Qué alienación tan gratuita. Me sentí un poco humillada, y reconfortada. Cada sentimiento por separado, claro, el origen era distinto.

Es fácil ver que jamás entendieron que yo pudiera ser algo, que yo pudiera ser distinta a lo que vieron en un principio. Un apéndice algo hinchado, pero que no da mucha tabarra. Luego hubo que operar. Ah, no sé, no sé. ¿Qué se te pasó por la cabeza? Entiendo que han pasado muchos años, que quizá no he sido relevante donde y cuando tuve que serlo para encajar en tu mapa mental, pero no jodas, estaba ahí. Y tú, que eres además como yo, conciliador, secundario por esencia.

Somos necesarios, ¿eh? Un día todos nos desvaneceremos, sólo quedarán los principales, creyendo que el guión lo leyeron todo ellos. No hay acritud en mis palabras, lo prometo; sí me da pena, pensar que alguien crea que su historia fue cosa de un sólo lápiz. Allá ellos, pierden matices.

Allá yo, que pierdo el tiempo recontando.

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