¿Eh?

Hola de nuevo. Yo ya he estado aquí, y he vuelto. Como si eso de enseñarme alguna vez me hubiera hecho bien. Como si cualquier cosa que llevara la etiqueta "muestra" no estuviese condicionada a las más fuertes débiles sensaciones. Como el vértigo que se acopla a las manos cuando miras desde una altura prudencial, ya sea un balcón o una escalerilla de mano. Cada uno tiene su sistema métrico y un par de centímetros no son tan distintos de unos años luz cuando miras desde arriba.

Ya no sé que quería decir. Casi nunca tengo nada, que nunca encuentro el hilo de la madeja.

Me miro y no me reconozco. No sé cuando fui esa, ni cómo llegué aquí. No me reconozco ni en mis actos ni en mis palabras y llego a la conclusión de que no he existido, de que estoy hecha de circunstancias tramadas unas contra las otras y yo solo cabeceo a un lado u otro. Y que venga quienquiera a reírse de mí y que me diga que él se ha hecho a sí mismo. Será entonces cuando me ría yo. No sabe usted un carajo, señor.

Y está bien así, que si tú te lo quieres creer quién soy yo para decirte que te equivocas. Quién soy yo si en el momento en el que se trasluzca la naturaleza humana ante tus ojos, rodarás sobre ti mismo y te harás caracol, y te mirarás y no te reconocerás. No quiero sumar adeptos a esta causa, ya tenemos bastante los que somos como para cargar con la conciencia de que se ha abierto la caja de Pandora al mundo y, sorpresa, sólo sale mierda.

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