Brrr

Creo que lo que me pasa es que me arrepiento, pensó, o más bien sentenció, mientras se levantaba del banco de granito gris, muy viejo, en el que llevaba sentada un par de horas, el culo, las manos y los pies fríos, con poca o menos energía. Sobretodo de lo que no he hecho, de lo que podría haber hecho y no he hecho, pero no es malo ¿no?, es condición humana. No sé si me cae peor el primero que adivinó el fuego o aquel que abrió espacio en su mente para un "pero y si...", hace falta mucho para los puntos suspensivos. En fin, no estábamos tan mal comiendo carne cruda, aunque quizá mejor prefiero la fruta. 
Era temporada de mandarinas y esa súbita certeza le satisfizo más que cualquier otra que tuviera al alcance, aunque ahora que lo pensaba, tampoco tenía muchas. Y mejor, la rotundidad le hacía desconfiar, al igual que todo aquello que fuera recto, simétrico o milimétricamente calculado. Qué vanidad eso de hacer planes, como si el paso del tiempo fuera a tener la consideración de respetarlo, como si al azar realmente le importase que tú llegases a tiempo. Se le acababa de ir el tren, pero no le importaba esparcir ese valioso tiempo que tardaría en llegar el siguiente entre la vía y ella, como siguiendo una línea de puntos que se va pero regresa. Y tenía un libro y nadie que la esperara. Que bien sentaba no tener que ir a donde vas, aunque vayas, la obligación siempre le había sumado dosis de pereza a cualquier acción hasta el punto de hacer cualquier cosa menos lo que por obligación tenía que hacer, pero no solía ser consciente de ello. A ver, y para qué si no lo voy a disfrutar. La apatía en su vertiente más cómoda.





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